Pero es que en la banda misma hay dos generaciones de músicos y esa mixtura entre lo legendario y lo nuevo hace que Riff suene como suena y que tenga la vitalidad que tiene que tener para atraer a las nuevas generaciones y no quedarse sólo estancada en la añoranza y nostalgia de los viejos fans del grupo.

Ya no está JAF en la banda como en 2018 y su lugar fue tomado por Boff Serafine, quien le dio otra dinámica al grupo, ahora focalizado casi exclusivamente en los clásicos inoxidables de su historia y no tanto en la etapa de “Riff VII”, álbum del cual sólo se concentran hoy en tocar “Dios Devorador” y “La Espada Sagrada”.

Y sí, con tres guitarras Riff suena espectacular y, si a esto le sumamos el apoyo vocal de aquel que fuera tan resistido casi cuarenta años atrás en el show debut de Riff, Juan García Haymes, la banda toma una fuerza increíble en vivo que nos lleva a aseverar que Riff es una verdadera aplanadora del rock.

Y en eso tiene mucho que ver la astucia y el oficio de Vitico y Boff, pero también la responsabilidad y el profesionalismo de Luciano Napolitano y Nico Bereciartúa, dignos custodios del legado, al igual que Juanito Moro, un baterista excepcional que honra su apellido.

En el concierto del viernes 6 de diciembre, Riff no dio tregua y salió a aniquilar a sus huestes con sus más grandes canciones, si bien omitieron “Pantalla del Mundo Nuevo”, lo cual, a esta altura, es sólo un detalle.

La banda sonó potentísima y rockeó de lo lindo de principio a fin, arrancando la velada con “Rayo Luminoso”, “Necesitamos más Acción” y “No Detenga su Motor”, para concluirla una hora y cuarenta minutos más tarde con “Fuera de Mí” y, como no podía ser de otra manera, con “Que Sea Rock”. Claro que, entre medio de estos temas, pasaron “Sordidez”, “El Marqués Bajo la Luz”, “La Dama del Lago”, “Mal Romance”, “Ruedas de Metal”, “El Forastero” y “Susy Cadillac”, entre otros.

Al día siguiente, un festival en General Rodríguez aguardaba por Riff; pero eso es otra historia.